Con una Eucaristía celebrada en el centro Cáritas Diocesana de Toledo dio las gracias a las dos religiosas, Hijas de la Caridad, que durante más de doce años se han entregado a los residentes de Hogar 2000.
“Amar a los pobres y servirlos hasta el máximo”. Así describe sor Rufina, de 83 años, que junto con sor Dolores, 91 años, las dos religiosas de las Hijas de la Caridad, ha estado acompañando y amando a los residentes de Hogar 2000 durante más de doce años. Ahora, debido a su avanzada edad, es el momento de que realicen su servicio desde la oración y desde la distancia, pues este domingo, 5 de septiembre, dejaban Toledo y partían “con mucha pena, pero con paz y tranquilidad” a la Casa Provincial de la Congregación a Madrid. Antes de irse a la familia de profesionales de Hogar 2000 les dejaban un mensaje: “poned el corazón para el Señor en los más pobres”
Sor Rufina y sor Dolores recuerdan cómo fue su llegada a este centro sociosanitario, creado hace 15 años para acompañar y atender a enfermos de SIDA, y que durante una estancia breve contó con el acompañamiento de las Siervas del Divino Rostro de Nicaragua. “Nosotras estábamos en el albergue de Toledo cuando Marisa Martínez pidió ayuda a nuestra superiora, sor Inés, para que la ayudáramos con los enfermos de Hogar 2000, así que pidió dos voluntarias y nos fuimos sor Dolores y yo”, afirma sor Rufina. “No sabíamos dónde estaba este centro y desconocíamos qué íbamos a hacer allí pero teníamos claro que era el plan de Dios para servir a los pobres”, comenta sor Rufina, que hace referencia al lema de su fundador, san Vicente de Paúl, “los pobres son mi peso y mi dolor”.
Enseguida estas religiosas comprobaron con su trato cariñoso y cercano que “estos pobres necesitan el amor de Dios por encima de todo, y teníamos que acercársele desde la escucha y la conversación con ellos, y siembre desde el Amor”. Según sor Rufina “muchas veces solo era necesario el silencio y el estar ahí”.
Cuando un enfermo de SIDA o una persona diagnosticada de diversas patologías llega a Hogar 2000 tienen la vida en muchos casos destrozadas “por lo que hay que escucharles e indicarles que primero tienen que ponerse bien y luego poco a poco saldrán adelante”, manifiesta sor Rufina, porque “hemos escuchado de ellos muchas tristezas y muchas penas y cuesta que sonrían pero cuando ven que en Hogar 2000 tienen una familia y personas que les cuidan encuentran esa alegría que todos necesitamos”.
Sor Dolores recuerda cómo han sido testigos de muchas vidas rotas y abandonadas, y cómo ha visto muchas reconciliaciones en las familias, “viendo a Dios en ellos, con mucha paciencia y con mucha esperanza”.
A estas dos Hijas de la Caridad les resulta complicado contar alguna historia que les haya marcado su vida “porque cada vida tenía la suya y cada cual más sorprendente porque son vidas de mucho sufrimiento”. Aún así sor Rufina comenta cómo los enfermos cuándo se daban cuenta de cómo habían llegado a la situación a la que se encontraban “se hundían porque muchos venían de una vida acomodada y por las drogas o el alcohol perdían todo y a todos”. Recuerda cómo un enfermo que estaba grave quería encontrar a su familia “y Marisa se puso en contacto con ellos para que pudiera abrazar a su hijo de dos meses, a los pocos meses falleció”.
El acompañamiento y la atención personalizada, desde la humildad y la sencillez, ha sido marcado la acción y el trabajo estas hermanas en este centro, y recuerdan cómo han ido a todos los entierros de todos los enfermos. “Muchos no tienen a nadie que les acompañe y que les dé sepultura cristiana, pero afortunadamente siempre está Cáritas para que puedan también tener un entierro digno. Cáritas ha sido un milagro para estos enfermos”.
También han enseñado a rezar a los enfermos y cómo poco a poco han descubierto que Dios Padre nunca les abandona. “Cada domingo tocamos la campanilla y ya saben que tienen que ir a misa, y cuando llegan los tiempos fuertes como Cuaresma o el Adviento preparábamos alguna actividad evangelizadora”.
La impulsora de Hogar 2000 y exdirectora de Cáritas Diocesana de Toledo, Marisa Martínez, a la que sor Rufina y sor Dolores llaman “la madre de Hogar 2000”, comenta “que desde un principio vimos cómo las Hijas de la Caridad ponían su corazón en todo lo que hacían con los enfermos, estando pendiente de la ropa, de sus armarios, del lavadero y de todas aquellas cosas que las pedíamos , sobre todo dando cariño y acompañamiento a los residentes“ . “Siempre han estado al servicio –recuerda- de Hogar 2000, con su forma de trabajar, su amor a los enfermos y su sencillez han sido un ejemplo para todos.
Marisa Martínez afirma “que hemos vivido juntas muchas alegrías, muchas tristezas, muchas incomprensiones, pero siempre juntas la tres, como ellas decían “somos una comunidad” hacíamos frente a todo con alegría y a veces con muchas dificultades. Sin ellas el Hogar 2000 hubiera sido diferente”
Así señala que “la resulta difícil decir algo sobre ellas, son tantas cosas, tanto agradecimiento, tanto cariño y tanta ayuda recibida, que lo mejor es decirles: “Gracias por todo y por tanto”. Pero esto no es un adiós, siempre estaréis en mi corazón, nuestra comunidad es indisoluble y seguiremos unidas en la oración”, porque tanto sor Rufina como Sor Dolores “son la mano de Dios dando amor a todos en Hogar 2000”.
Agradecimiento
Este domingo, 5 de septiembre, en Hogar 2000 se celebró una Eucaristía de Acción de Gracias, presidida por don José María Cabrero, delegado episcopal de Cáritas, y concelebrada por el vicario episcopal de la Caridad y Promoción Social, don José Fernando González Espuela, en la que han participado el equipo directivo de Cáritas, los técnicos, residentes del Centro y voluntarios y religiosas de las Hijas de la Caridad de Toledo para dar gracias por la entrega y el testimonio de vida de las Hijas de la Caridad en Hogar 2000.
Don José Fernando González Espuela trasladó el agradecimiento de don Francisco Cerro, arzobispo de Toledo, a sor Rufina y sor Dolores, “porque qué serían las grandes obras, como Hogar 2000, sin las personas que llevan a cabo estas iniciativas”.
Por su parte el delegado episcopal de Cáritas, don José Cabrero, agradeció también “a las hermanas el ver como practican y viven el carisma de su fundador, san Vicente de Paúl, siendo misioneros del Padre con los más pobres”.
El director de Cáritas Diocesana de Toledo, Antonio Espíldora, también tuvo unas palabras de agradecimiento a las dos religiosas, “porque a lo largo de todos los años de servicio siempre habéis puesto de manifestó cómo vivir la Caridad”.
Mónica Moreno
Responsable de Comunicación de Cáritas Diocesana de Toledo