Querida Familia de Cáritas:
Desde el Equipo Directivo de Cáritas Diocesana de Toledo deseamos dirigirnos a todos los voluntarios, técnicos y auxiliares de nuestra Cáritas, en primer lugar, para agradeceros de corazón vuestra entrega generosa a esta apasionante misión de la Iglesia, enfrentando con alegría y esperanza las dificultades de todo tipo que os habéis encontrado a causa de la pandemia provocada por el coronavirus. Elevamos también nuestras oraciones a Dios por todos aquellos que han muerto y por lo que sufren sus consecuencias físicas o morales aquí en la tierra, especialmente por los más cercanos a Cáritas.
La prudencia nos lleva a cumplir los protocolos sanitarios establecidos por las autoridades competentes –a estas alturas suficientemente conocidos por todos–, como así estáis haciendo: uso de mascarilla e higiene frecuente de manos, distancia interpersonal, evitación de aglomeraciones, etc. Todos podemos seguir las últimas indicaciones sanitarias en las respectivas páginas web:
- Extremadura: http://ssprl.gobex.es/ssprl/web/guest
- Castilla-La Mancha: https://sanidad.castillalamancha.es/ciudadanos/enfermedades-infecciosas/coronavirus
Como todos sabemos, son muchas las tareas específicas que en cada momento hemos de acometer, interpelados por la indigencia de nuestros hermanos (acogida, escucha, atención de necesidades concretas materiales o espirituales…). Sin embargo, nuestra misión no se puede confundir con esas concretas tareas, ni mucho menos agotarse en ellas. Por eso, en momentos como este, de especial tribulación para tantas personas, más que nunca tenemos que ser conscientes de nuestra misión como Iglesia: Ser signo e instrumento de Jesucristo; signo de su presencia y de su acción salvadora.
Los cristianos no somos mejores, ni más fuertes ni más buenos que los demás hombres. Simplemente, sabemos que hemos sido salvados y no podemos por menos que transmitir esa buena noticia, y la vida que brota de ella, a nuestros semejantes. Por eso, estamos llamados a ser portadores de la alegría y la esperanza que brota de la salvación que Cristo nos ha alcanzado con su muerte y resurrección. No es que seamos insensibles o impasibles, ni mucho menos inconscientes, a los peligros que nos rodean. Es que hemos descubierto un tesoro ante el cual palidece cualquier realidad de este mundo.
No somos superhombres. Para poderlas transmitir, necesitamos alimentar esa alegría y esa esperanza sobrenaturales con medios sobrenaturales. Compartiendo la vida de la comunidad cristiana, participando en los sacramentos –especialmente la Eucaristía–, invocando sin cesar al Espíritu Santo. No podemos ser portadores de una paz y una alegría meramente aparentes transmitidas a través de eslóganes y frases hechas, ya desgastadas de tan manidas en tan poco tiempo.
Saldremos más fuertes, si Dios quiere: si nos agarramos a Él y le pedimos con insistencia que no nos deje de su mano y que nos dé su gracia. Este virus lo paramos unidos, si Dios quiere: si esa unidad es comunión, como hijos de un mismo Padre, y no simple agregación por conveniencia o por mero interés político o ideológico. Todo va a salir bien, si Dios quiere: no porque repitamos continuamente esa frase para darnos ánimos, a modo de un mantra con el que se invocar a un poder cuasimágico, sino porque a los mandos de la nave está Dios, nuestro Padre, y nada ni nadie –ni muerte ni vida– podrá apartarnos nunca de su amor poderoso.
La familia de Cáritas estamos especialmente llamados durante este curso a ser «la comunidad de discípulos misioneros que primerean, que se involucran, que acompañan, que fructifican y festejan» y a «estar cerca de nuevas formas de pobreza y fragilidad donde estamos llamados a reconocer a Cristo sufriente», cuidando la fragilidad, como nos pedía el papa Francisco en Evangelii Gaudium, ya desde el comienzo de su pontificado. Por supuesto que hay dificultades, pero, como decía Carlos de Foucauld, las dificultades son el estado normal. Teniendo esto en cuenta, afrontemos con ánimo confiado en el amor providente de Dios todas las dificultades que se nos presenten en este curso tan «normal» que comenzamos. Que esas dificultades, aun siendo ciertas y objetivas, no nos impidan el desarrollo de nuestra misión ni nos quiten la paz.
Terminamos esta carta mostrándoos una vez más nuestro agradecimiento y poniéndonos a vuestra disposición para lo que necesitéis. Que Dios os bendiga.
Toledo, 15 de septiembre de 2020
José María Cabrero Abascal, delegado episcopal
Antonio Espíldora García, director
Javier García-Cabañas Araque, secretario general
Vicente Yustres Bretón, administrador
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