SOBRE EL AUTOR:
Sieger Köder nació el 3 de enero de 1925 y falleció el 9 de febrero de 2015, en Alemania. Grabador y orfebre, frecuentó la Academia de Bellas Artes de Stuttgart. Estudió Filología Inglesa en la universidad de Tubinga. Después de doce años enseñando arte y trabajando como artista, Köder estudió teología y se ordenó sacerdote católico en 1971. Hay una completa armonía entre ambas vocaciones: sacerdote y artista. Usa sus pinturas como Jesús usaba sus parábolas. Siempre cuenta historias cargadas de simbolismo y color, poniendo de manifiesto la compleja condición humana y la profundidad de la fe cristiana. Las pinturas de Köder tienen también un profundo significado teológico.
Sieger Köder es un seguidor tardío de la corriente artística que dominó con fuerza las primeras épocas del siglo XX en Alemania, el expresionismo. Se trata de una corriente de vanguardia que desprecia la forma artística a favor del contenido. Surgido como reacción al impresionismo, los expresionistas defendían un arte más personal e intuitivo, donde predominase la visión interior del artista —la «expresión»— frente a la plasmación de la realidad —la «impresión»—.Su intención es expresar lo que el autor siente, sin ningún tipo de condicionamientos formales y estéticos. Pretenden que el espectador tenga un impacto emocional a través del colorido, las formas retorcidas, la composición agresiva, etc., Así los cuadros expresionistas no tienen ningún respeto por la perspectiva, la composición o el tratamiento de la luz. Utilizan el color de una manera violenta, provocando formas, a veces distorsionadas o caricaturescas que provoquen en el espectador lo mismo que siente el autor.
Los expresionistas quieren crear emociones interiores. Por lo tanto, hay que ver los cuadros observando qué provocan en nosotros mismos. Detrás de cada cuadro Sieger Köder está contando una historia. Una historia sobre el ser humano, sobre ti mismo. Y a la vez, está contando una historia sobre Dios.
EXPLICACIÓN:
La escena está inundada por las dos manchas de color que definen a los dos personajes. Pedro está sentado, los pies descalzos e introducidos en el agua. Una mano está suavemente posada con afecto, casi con ternura, en el hombro de Jesús, lo cual indica la relación de intimidad que hay entre los dos personajes. La otra se alza escandalizada como queriendo frenar a Jesús. La cara de Pedro es de sorpresa.
El pintor ha querido recoger ese momento en el que Pedro dice “Jamás me lavarás tú a mí los pies”. Los pies, sin duda, era la parte del cuerpo más sucia, más indigna, al estar constantemente en contacto con el polvo del camino. Los pies sucios representaban simbólicamente la parte pecadora del hombre. En aquel tiempo ningún judío estaba obligado a lavar los pies a sus propios amos, para mostrar que un judío no era esclavo. Únicamente una madre o un esclavo hubiera podido hacer lo que Jesús hizo aquella noche. La madre a sus hijos pequeños y a nadie más. El esclavo a sus dueños y a nadie más. La madre, contenta, por amor. El esclavo, resignado, por obediencia. Pero los doce no son ni hijos ni amos de Jesús.
Jesús está vestido con el “efod” o manto, típico de los rabinos y de los sacerdotes. ¿Cómo es posible que un judío honorable, se rebaje a hacer un trabajo de esclavos? ¿Cómo es posible que todo un Dios, se abaje, se humille hasta lavar los pies de un pecador? El cuadro, así como el relato de Juan, nos cuentan la crónica de un escándalo mayúsculo. Así les debió de parecer a Pedro y a los discípulos. Se preguntarían seguramente ¿quién es este Dios que viene a lavarnos los pies?
Es curioso que el rostro de Cristo solo se pueda ver reflejado en el agua sucia del barreño. Creemos que nuestro pecado no es digno de Dios y rechazamos la idea de que Dios quiera limpiarnos. Como si Dios se escandalizara de nuestra debilidad. Pero Jesús insiste: “Si no te dejas lavar los pies, no tienes nada que ver conmigo.” Es como si dijera: si no me dejas entrar hasta lo más oscuro de ti, aquello que rechazas profundamente en tu interior, no descubrirás nunca quien soy. Es precisamente en el agua sucia de nuestra debilidad donde descubrimos el verdadero rostro de Dios y nuestro verdadero rostro. Dios no es, como creemos, ese ser absoluto que domina todo lejanamente. Es el Dios que se encarna, que se abaja, se hace pequeño, se humilla, hasta el extremo, como nos muestra el texto de la Carta a los Filipenses 2, 16). Por eso, en el cuadro, Jesús está encorvado de una manera exagerada, completamente volcado en la misión de llegar cuanto más abajo mejor. Esa es la razón de su vida, su manera de ser, el objetivo que desde siempre ha deseado Dios: llegar a lo más bajo del hombre y una vez allí, amarlo profundamente. Por eso, el verdadero rostro de ese Dios que se hace pequeño para encontrarnos solo se puede ver con autenticidad, si lo miras reflejado en el agua sucia de tus heridas personales. Míralo de frente, ¡cómo te ama incluso en tus fracasos! Fíjate en el camino de vaciamiento, de anonadamiento, que ha hecho para bajar a tu miseria. Y todo para decirte: “déjame amarte ahí, donde te duele. Porque me hice hombre y pasé por la cruz, para encontrarme contigo precisamente aquí, en el agua sucia de tus errores”.
Hay dos detalles en el cuadro que nos indican que lo que está ocurriendo, ocurre también hoy, en el tiempo presente. Jesús está vestido de un blanco inmaculado y ha tirado su manto azul debajo del cubo donde lava los pies a Pedro. El blanco es el color de la resurrección y el azul siempre se ha aplicado en el arte cristiano a la naturaleza divina de Cristo. De esta manera, Köder nos está indicando que es Cristo Resucitado el que está lavándole los pies a Pedro. Es más, quizá ni siquiera sea Pedro el que está sentado con los pies en el agua, sino que sea la representación de un creyente actual. Es una invitación a que ocupes tu sitio en el cuadro. Ponte en el lugar de Pedro y déjate lavar los pies. ¿Qué sientes? ¿Cuáles los defectos, errores o pecados que más te duelen? ¿Te cuesta ponerlos a la luz? ¿Cómo mira Jesús tus zonas oscuras? Ponte en el lugar de Jesús: Estás llamado a hacer con otros lo que Jesús hace contigo. ¿Te cuesta servir, abajarte, vaciarte? ¿Qué pies crees tú que podrías lavar?
Fuente: IES DR. LLUIS SIMARRO. DEPARTAMENTO DE RELIGIÓN Y MORAL CATÓLICA