Escrito semanal de don Braulio Rodríguez, arzobispo de Toledo
El amor a Dios, que ha sido derramado en nuestro corazón por el Espíritu Santo, incluye el amor al prójimo. Así cuando Jesús recuerda el primer mandamiento, añade inmediatamente: “El segundo es semejante a éste: amarás a tu prójimo como a ti mismo. En estos dos mandamientos sostiene toda la Ley y los Profetas” (Mt 22, 38-40). El amor al prójimo, pues, no conoce límites, se extiende incluso a los enemigos y perseguidores. De modo que el amor cristiano puro y universal surge en su misma esencia del amor a Cristo, que ha entregado su vida por nosotros.
Estamos, por todo ello, ante el “mandamiento nuevo” para los discípulos de Jesús. Viene bien, además, lo que dice san Juan, quien asegura que quien dispone de las riquezas de este mundo, pero cierra su corazón al hermano necesitado, no puede tener el amor de Dios que habita en él (cfr. 1 Jn 3, 17). Y la prueba de toque del amor a Dios está justamente en el amor a los hombres, “pues el que no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve” (1 Jn 4, 20).
¿Habrá algún vínculo entre la fiesta del Corpus Christi, cuando participamos en el sacramento del Cuerpo y de la Sangre del Señor, y el compartir con los hermanos? Un vínculo enorme. Si quieren ustedes convencerse, lean despacio la exhortación del Papa Francisco, llamada “La alegría del Evangelio”, que ya escribió en noviembre de 2013, y que es como su programa como Sucesor de san Pedro.
Pueden leer los números 186 al 216. Se titula “La exclusión social de los pobres”. Arranca con esta primera afirmación: “De nuestra fe en Cristo hecho pobre, y siempre cercano a los pobres y excluidos, brota la preocupación por el desarrollo integral de los más abandonados” (n. 186). Leído despacio el texto del Papa Francisco, uno cae en la cuenta de que algo va mal en nuestra vivencia del Evangelio como Dios manda.
¿Y qué podemos hacer? Les propongo algo más sencillo, aunque las palabras del Papa son facilísimas de entender. Me refiero a ver y conocer lo que hace nuestra Caritas Diocesana, que es la de nuestra parroquia, la “de casa”, diríamos. ¿Por qué no se piensa si puede participar en sus muchos proyectos, para así no ir por la vida lamentándose de las situaciones penosas de tanta gente en Toledo, en España y lejos de nosotros, en los pueblos más desfavorecidos?
Hay voluntarios para trabajar en el Proyecto Mater, o los Talleres infantiles; también en proyectos como los Economatos o en un interesante proyecto textil. Se puede trabajar en la acogida y en la atención primaria, o en programa de personas sin hogar, o participar en Talavera en la escuela “Paloma de Jesed”, para prevenir situaciones de alto riesgo de exclusión social de mujeres y sus hijos en situación muy vulnerable. ¿Y qué decir del proyecto “Santa Marta”? Hay que conocer para ver qué está pasando en mujeres obligadas a la prostitución. ¿Conocen el Hogar 2000 o el programa de apoyo a las familias especialmente inmigrantes, en la tarea educativa de los jóvenes adolescentes llamado “Cáritas Educa”?
Cáritas Diocesana sigue dispuesta a la acogida a cristianos perseguidos del Medio Oriente. Y me gustaría también, para finalizar, la emergencia más reciente: acoger, escuchar y ayudar a tantos hermanos venezolanos que llegan de su Patria prácticamente sin nada, tiene una profesión y desean trabajar, pero las Administraciones, siempre lentas, no resuelven sus problemas de papeleo, permisos de trabajo y de estancia. No basta con criticar a sus autoridades, que son los responsables de tantas situaciones lamentables, sino actuar. Es una llamada urgente. Les agradezco cuanto puedan hacer. Dios les bendiga.
Braulio Rodríguez Plaza
Arzobispo de Toledo y Primado de España