Un saludo en la Nochebuena. Esta noche que un villancico popular dice “que no la debemos dormir”. Es noche de paz y de amor, pese a tantos dolores y sufrimientos. Noche de amor, pero del amor de Dios manifestado en Jesucristo; es É quien nos ha revelado ese amor de Dios Padre y su misericordia.
Este amor de Dios es el único que explica que haya Navidad, esto es, que su Hijo haya nacido en un establo, hecho carne como uno de nosotros, de Santa María Virgen. Que haya mostrado así su querencia hacia nosotros, los hombres y mujeres. Este amor de Dios, siendo el más más alto y el más puro, no rivaliza con nuestro amor, con el afecto humano, el que sentimos hacia los demás, sino que lo integra y supera al amor y al deseo de la carne y la sangre; integra y supera al amor familiar, paterno o materno, al amor entre hermanos y otros familiares. Porque el amor divino eleva los amores humanos y los lleva a plenitud.
La novedad del cristianismo es precisamente su manera de entender el amor: ocuparse del otro y preocuparse por el otro. Un amor totalmente desinteresado e incondicional. Un amor de donación, que sigue amando incluso cuando no es correspondido. Incluye también el amor hacia nosotros mismos, pero igualmente hacia quien no es valioso, el pobre, el que no tiene nada con que pagarte, e incluso el amor a los enemigos.
Estamos hablando del amor que nos ha manifestado Jesús, el que se entregó por nosotros hasta el extremo, hasta dar su vida. Ahí está también el misterio de esta noche, que la hace única: sentimos que debemos celebrarlo con los que son nuestra familia, y sentimos que otros no tengan ese amor y ese hogar. ¿Por qué? Porque Dios se ha hecho pequeño, un Niño indefenso que necesita de todo, como cualquier niño recién nacido.
Es la Navidad. Y seguimos necesitando de Cristo y de su amor. No dudemos del amor de Dios. Algo especial tenemos los humanos cuando Dios no ha dejado nunca de querernos. Por eso es importante que nos amemos entre nosotros, que nos queramos como hermanos, vecinos, cercanos o lejanos. Y que nos aceptemos por encima de intereses, ideas, controversias, partidismos, adversarios en tantos campos de nuestras batallas. Que tengamos en cuenta a los que sufrirán más por estar solos, o por haber tenido que dejar su país por no tener futuro o porque gobernantes ineptos y corruptos han hecho la vida imposible para tantos hermanos en África, Asia y en América (sobre todo en Venezuela y Nicaragua).
Mi oración para todos ustedes, los niños, los jóvenes y adultos, los mayores que están o se sienten solos, o los que apenas tienen ilusión. Quiere el Señor bendecirnos en esta noche con el nuevo Nacimiento de su Hijo. La Virgen Madre nos reúna en el amor de Dios.
¡Feliz Navidad!
XBraulio Rodríguez Plaza
Arzobispo de Toledo y Primado de España