Escribo como Arzobispo de Toledo, y Obispo responsable de la Cáritas Regional de la Provincia Eclesiástica de Toledo, recién llegado a esta Archidiócesis y frente a una pandemia universal. Mi saludo a todos los voluntarios que formáis la gran familia de Cáritas.
Iniciamos un nuevo curso dentro de Cáritas, comprometido por nuestra adhesión al proyecto de Jesús de transformar la historia y hacer presente el reino de fraternidad y justicia.
A través del valioso capital que constituye la labor de los voluntarios, Cáritas lleva a cabo su misión procurando favorecer el desarrollo integral y la inclusión de las comunidades más pobres, desde una propuesta concreta de transformar la dolorosa situación de desigualdad que existe y que se nos avecina.
Después de esta crisis no volveremos a nuestro estilo de vida anterior. Dios se vale de estos momentos para reencauzar nuestras vidas.
Tenemos que vivir esperanzados, la esperanza no es lo mismo que el optimismo, la primera se vive en ausencia de señales y el segundo es un indicador de objetivos.
En la debilidad los cristianos nos sentimos fuertes porque la fuente de nuestra esperanza es Dios mismo, le vemos y vivimos en su Sagrado Corazón, cuya sangre fue derramada por todos nosotros.
Dios nos sigue hablando después de la crisis, pero con voces nuevas, con esta proximidad a las bajuras es donde se capta mejor la señal del Señor.
Desde Cáritas, todos los voluntarios han de estar pendientes de la acogida y la ayuda, pero tan importante es la ayuda económica, como el corazón para amar y la oreja para escuchar, “la impotencia, cuando es compartida, es menor”.
Queridos voluntarios de Cáritas, os hago partícipes del mensaje que Su Santidad el Papa Francisco envío a todo el mundo para que mantengan su fe y confíen en el Señor, enviando un abrazo consolador y la bendición de Dios; asimismo, pide al Señor bendecir al mundo, darnos salud y consolar los corazones.
Señor, bendice al mundo, da salud a los cuerpos y consuela los corazones. Nos pides que no sintamos temor. Pero nuestra fe es débil Señor y tenemos miedo. Mas tú, Señor, no nos abandones a merced de la tormenta. Repites de nuevo: «No tengáis miedo» (Mt 28,5). Y nosotros, junto con Pedro, “descargamos en ti todo nuestro agobio, porque sabemos que Tú nos cuidas” (cf. 1 P 5,7).
X Francisco Cerro Chaves
Arzobispo de Toledo, Primado de España
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