Comienza el verano y el corazón agradecido se dirige a los voluntarios de nuestros grupos y a su dedicación y compromiso con la caridad y la justicia social traducido en tantas horas de trabajos, ocupaciones y preocupaciones. Cada día, ofrecéis vuestro tiempo, energía y corazón para ayudar a quienes más lo necesitan, enfrentando los desafíos con una sonrisa. El verano es un tiempo oportuno para recordar algo fundamental: para seguir ayudando a los demás de manera efectiva, es crucial que también cuidéis de vosotros mismos. Cuidar de vosotros mismos y dejaros cuidar es una forma de responsabilidad.
El Papa Francisco se ha referido en alguna ocasión a esta oración atribuida a Santo Tomás de Aquino: “Dame, Señor, una buena digestión, y también algo que digerir. Dame un cuerpo sano, Señor, con el sentido común necesario para cuidarlo. Dame, Señor, un alma sencilla, que sepa atesorar todo lo que es bueno y puro, y que no se asuste fácilmente ante el mal, sino que encuentre el modo de poner las cosas de nuevo en su lugar. Dame un alma que no conozca el aburrimiento, las murmuraciones, los suspiros y los lamentos, y no permitas que esa cosa pesada que se llama “Yo” me preocupe demasiado. Dame, Señor, sentido del humor. Dame la gracia de comprender una broma, y de descubrir un poco de alegría en esta vida y comunicarla a los demás. Así sea”
Tomarse un tiempo para descansar no es sinónimo de debilidad o desinterés. Al contrario, es una muestra de inteligencia. El descanso no es un lujo, sino una necesidad. Nos ayuda a estar preparados para enfrentar los desafíos diarios con renovado vigor y entusiasmo.
“El hombre tiene que imitar a Dios tanto trabajando como descansando, dado que Dios mismo ha querido presentarle la propia obra creadora bajo la forma del trabajo y del descanso” (S. Juan Pablo II, Encíclica Laborem exercens, n. 25). Por lo tanto, el verdadero descanso no es evasión: se trata de separarse un poco de la realidad cotidiana para volver renovado; no de huir ansiosamente de ella. Nuestro descanso como voluntarios sigue estando abierto a los demás (especialmente a la familia y los amigos). Es por la tanto una parte de nuestra vida con los demás y para los demás.
La misión que hemos recibido es una maratón, no un sprint. El camino es largo y, para recorrerlo, necesitamos estar en nuestras mejores condiciones. Al cuidar de vosotros mismos, no solo os fortalecéis, sino que también os aseguráis de poder seguir siendo una fuente de apoyo y esperanza para quienes más os necesitan. Escuchemos con claridad la voz de Jesús que nos invita “de corazón”: Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré (Mt. 11, 28) y aprovechemos la intimidad que nos ofrece: Venid vosotros a solas a un lugar desierto a descansar un poco (Mc 6, 31)
Con gratitud y admiración,
Don Julián Ros Córcoles
Administrador diocesano de Albacete
(Publicado en la Revista Ágora de Cáritas Regional Castilla-La Mancha. Número 80. Julio-Agosto 2024)